Las relaciones Estado-Iglesia y los curas obreros
Sacerdotes
obreros, curas
obreros o curas rojos son denominaciones para los sacerdotes católicos que se aproximan al movimiento obrero y viven ellos mismos como obreros, realizando algún tipo de trabajo de
baja cualificación. Se les puede considerar como uno de los fenómenos
precedentes de la Teología de la Liberación. Esta teoría nació del seno de la Iglesia católica tras
el Concilio del Vaticano II y trata
de difundir sus ideas que consisten en eliminar la explotación, la falta de
oportunidades y las injusticias del mundo.
Los curas obreros representan un movimiento eclesial que
nace en Francia en 1944, hasta que en 1959 fue suprimido por el papa Juan XXIII a causa de haberse comprobado que la mitad de ellos había
dejado de oficiar misa o ejercer su ministerio. Posteriormente, el papa Paulo VI volverá a autorizar la experiencia y en 1964 se extendió a España.
Los curas obreros en los años 60 y 70 tuvieron sus años de
gloria porque eran muy activos en las fábricas con las luchas obreras y
sociales pero sin dejar de ser curas. Además, muchos decidieron casarse y no
aceptar el celibato impuesto por la Iglesia. Por esas razones, fueron excluidos
y marginados de la institución eclesiástica. Los curas obreros decidieron
prescindir del salario eclesiástico y de los privilegios que les venían dados
para trabajar codo a codo con la clase obrera, desde dentro.
Durante
la primera época de la dictadura surgida al final de la Guerra civil, se
produce un apoyo total de la Iglesia al franquismo, necesario para el régimen,
sobre todo a partir de la finalización de la Segunda Guerra Mundial. A cambio
de su apoyo la Iglesia obtendrá una serie de beneficios.
Posteriormente
se irá produciendo una secularización de la sociedad; las transformaciones
socioeconómicas iniciadas a finales de los 50 produjeron un deterioro de las
mentalidades, actitudes y valores tradicionales. A ello habrá que añadirlas
nuevas orientaciones vaticanas (Juan XXIII, Pablo VI y el Concilio Vaticano II
de 1962-1965) que supondrán la aceptación por la Iglesia de nuevos principios
sociales y políticos y un cambio brusco de sus relaciones con la sociedad y el
Estado.
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Cardenal Marcelo González |
A
estas alturas ya se había producido una ruptura de la uniformidad tradicional
del catolicismo español motivada por dos acontecimientos singulares, por una
parte, la presión ejercida desde abajo es decir, las bases sobre la jerarquía
oficial, y por otra parte, el influjo que había supuesto el Concilio Vaticano
II, que asumió los presupuestos del Estado democrático y la concepción
ético-jurídica de los derechos humanos.

El sacerdote Laureano Molina explicaba que los curas obreros son los hijos del Concilio Vaticano
II. Los que deciden cambiar la sotana por el mono de trabajo. Molina se
secularizó asfixiado por una Iglesia que no dejó hueco a los que entendieron el
Evangelio como herramienta para ayudar a los pobres. Tras salir de la Iglesia,
ejerció de camionero, se casó y tuvo tres hijos.
Molina chocó en la década de 1970 contra el obispo de Zaragoza, Pedro Cantero Cuadrado, procurador en
las Cortes, miembro del Consejo del Reino y del Consejo de Regencia. Cantero
fue uno de los inquisidores que trató de sofocar el obrerismo cristiano.
Decenas de curas fueron multados por desviarse de la doctrina del régimen.
Quien no aceptó la multa, no tuvo otra salida que la secularización o el
castigo en la cárcel de Zamora.
En 1956-1957 ascendieron
los tecnócratas al gobierno, la llegada del Opus Dei y de Juan Pablo II supuso el inicio de la ruptura y la involución
actual. Las reacciones de oposición al régimen se manifestaron en distintos
frentes, uno de los más importantes fue el de la iglesia. Se inició un proceso
de distanciamiento entre la iglesia y el estado a partir del Concilio Vaticano
II. Miembros de la jerarquía eclesiástica comenzaron a denunciar la situación
de los trabajadores, a la vez que sacerdotes jóvenes y católicos progresistas se
acercan al mundo obrero. Poco a poco estos procesos terminarían llevando a
España hacia el laicismo y la secularización.
Dividiremos el tema en cuatro puntos diferentes y son los siguientes:
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