martes, 25 de diciembre de 2012

La relación Estado-Iglesia durante la dictadura de Franco


En la dictadura de Franco la Iglesia gozaba de una privilegiada, peligrosa y confusa relación con el Estado.
Durante la guerra civil la iglesia siempre se mostró del lado de los sublevados por los beneficios que la derecha siempre le había mostrado, además la zona republicana desató una salvaje persecución religiosa. Durante varios meses bastaba que alguien fuera identificado como sacerdote, religioso o simplemente cristiano militante, miembro de alguna organización apostólica o piadosa para que fuera ejecutado sin proceso.

La Iglesia católica, durante la dictadura, adquirió una profunda complicidad con Franco. La complicidad también se hizo patente en los privilegios que Franco ofreció a la iglesia, a cambio de enaltecer al régimen fascista desde los altares. Se le aportó dinero, exenciones fiscales, estatutos independientes y el monopolio de la enseñanza primaria y secundaria. 

El sector eclesiástico ocupó todos los niveles del poder del Estado: en órganos laborales, sociales, penales y legislativos a través de capellanes, sacerdotes, frailes, curas y monjas en cárceles y hospitales, de consiliarios en el sindicato único, y de obispos elegidos por Franco en las mismas cortes. Ese poder nunca decreció: gracias al franquismo, la iglesia católica española es hoy uno de los principales terratenientes del Estado, la segunda mayor propietaria inmobiliaria que existe en España, tan sólo por detrás del Ministerio de Defensa y por delante de la RENFE. La iglesia católica logró enriquecerse en años de hambruna intensa.

Como podemos observar la Iglesia siempre permaneció del lado del poder y no del pueblo. Como muestra de ello encontramos la terna de obispos que Franco elegía para que uno de ellos fuera elegido finalmente por el vaticano, con esta medida Franco conseguía adentrase en las decisiones eclesiásticas. En 1953 se firmó un Concordato entre España y la Santa Sede que supuso para el Régimen franquista el ansiado "reconocimiento internacional". Y para la Iglesia las concesiones fueron de tal tamaño y profundidad política que lo consideraban como el mejor acuerdo que se había firmado en toda la historia.

En este Concordato se ven claramente reflejados los privilegios que regala el Vaticano a Iglesia Católica española, ya que fue el primer estado que reconoció el Franquismo. Pero desde la celebración del Concilio Vaticano II (1962-1965), las relaciones entre Franco y el papado se volvieron más frías. Desde 1956 comenzó el declive de la política de los católicos, estallaron violentos choques entre estudiantes liberales y falangistas, poco a poco comenzó a surgir una nueva oposición al régimen.

Papa Juan XXIII
 A partir de 1959 comenzó un gran desarrollo económico, se llevaron a cabo los planes de estabilización, se transformaron las condiciones de vida con la llegada de turistas que traían novedades de la vida occidental y de la cultura juvenil surgió una contracultura y la ruptura de lo tradicional. Ante este panorama se llevó a cabo el Concilio Vaticano II con el Papa Juan XXIII. 

El nuevo concordato surgió de la reunión de más de 3000 obispos, los objetivos principales que se querían lograr con la nueva norma eran promover el desarrollo de la fe católica, lograr una reconversión moral de la vida cristiana de los fieles, adoptar la disciplina eclesiástica a las necesidades y métodos de los nuevos tiempo y lograr una mejor interrelación con las demás religiones.

El Concilio constó de cuatro sesiones: la primera de ellas fue presidida por el Papa Juan XXIII en el otoño de 1962. Él no pudo concluir este Concilio ya que falleció un año después, (el 3 de junio de 1963). Las otras tres etapas fueron convocadas y presididas por su sucesor, el Papa Pablo VI, hasta su clausura en 1965.
Se pretendió que fuera una puesta al día de la Iglesia, renovando los elementos que más necesidad tuvieran de ello, revisando el fondo y la forma de todas sus actividades. Se quería proporcionar una apertura dialogante con el mundo moderno, actualizando la vida de la Iglesia sin definir ningún dogma, incluso con nuevo lenguaje conciliatorio frente a problemas actuales y antiguos.

Tras la celebración del Concilio surgió una creciente oposición de la Iglesia que estaba del lado del régimen, que se agravó con el nombramiento del Cardenal Tarancón, quién exige la separación entre la Iglesia y el Estado. El Concilio también supuso un crecimiento de las protestas y movimientos contra el régimen franquista.

Un ejemplo es el del Padre José María de Llanos, quién inició una labor apostólica en los barrios obreros marginales del sur de Madrid, con la idea de debilitar la posible alianza entre las revueltas estudiantiles y el movimiento obrero. Inició una profunda labor social encaminada a reivindicar la mejora de la calidad de vida de los más desfavorecidos. En aquellos años logró acercar la Iglesia a los trabajadores.  Se negó a recibir a Franco y se declaró en contra de la Guerra de Vietnam. Repartió alimentos entre los más necesitados, creó una comuna de trabajadores, y, en suma, desarrolló una intensísima labor social que le trajo muchos enemigos.

Tras la muerte del general Franco y el fin de su larga dictadura, la labor del Padre Llanos cobró más importancia si cabe, ya que el nuevo régimen político de España le permitía una absoluta libertad de movimientos. A principios de la década de 1980 surgió la Coordinadora de Barrios, con el objetivo de conducir la labor de la multitud de asociaciones de vecinos que habían ido surgiendo; igualmente surgieron del seno de las paarroquias decenas de colectivos vecinales en los que los "curas obreros" habían estado trabajando siguiendo la estela y el empuje del Padre Llanos.

Antonio Añoveros Ataún fue un clérigo católico español, obispo de Cádiz, Ceuta y de Bilbao. Fue acusado de lanzar ataques subversivos contra la unidad nacional. El nuevo presidente, Carlos Arias Navarro, presionado por la extrema derecha, redujo a Añoveros a arresto domiciliario. No se aceptó ninguna reconciliación y se intentó expulsar a Añoveros de España. El obispo se negó a abandonar el país, alegando que sólo lo haría bajo órdenes directas del papa Pablo VI. Una expulsión forzada hubiera sido considerada una violación del Concordato de 1953, y se llegó a amenazar con la excomunión a Franco por parte del Vaticano. El asunto atrajo mucha expectación y se convirtió en cuestión extremadamente delicada para el Gobierno español. Arias se vio forzado, finalmente, a retirar la orden.

Joaquín Ruiz Jiménez fue ministro de educación en 1954, tras el Concordato de 1953.  Él representa otro ejemplo de personalidades que se opusieron al régimen de Franco. Inició un proceso de reformas de las instituciones docentes, para ello se rodeó de colaboradores liberales. Tuvo que dimitir en 1956 ante las dificultades de su empresa y su enfrentamiento con los elementos más inmovilistas de la dictadura del ejército. 
Durante sus años como ministro fue acercando sus planteamientos políticos a los de la oposición al régimen. Unos disturbios estudiantiles le enfrentaron al ministro de la Gobernación y pusieron al régimen en un aprieto. En 1963, fundó la revista Cuadernos para el Diálogo, foco de protesta de los democristianos avanzados, de los que fue cabeza en los últimos años de la dictadura. En 1975, año de la muerte del general Franco, participó en la creación de la Plataforma de Convergencia Democrática desde su adscripción a la izquierda de la democracia cristiana.

En la Dictadura de Franco la Iglesia siempre estuvo ligada al poder, por suerte hubo algunas personalidades de la Iglesia que renegaban los privilegios que el poder les ofrecía y trataban de llevar a cabo la labor que debe seguir la Iglesia, la de ayudar a los más necesitados.

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