En la dictadura de Franco la Iglesia gozaba
de una privilegiada, peligrosa y confusa relación con el Estado.
Durante la guerra civil la
iglesia siempre se mostró del lado de los sublevados por los beneficios que la
derecha siempre le había mostrado, además la zona republicana desató una
salvaje persecución religiosa. Durante varios meses bastaba que alguien fuera
identificado como sacerdote, religioso o simplemente cristiano militante,
miembro de alguna organización apostólica o piadosa para que fuera ejecutado
sin proceso.
La Iglesia católica, durante
la dictadura, adquirió una profunda complicidad con Franco. La complicidad
también se hizo patente en los privilegios que Franco ofreció a la iglesia, a
cambio de enaltecer al régimen fascista desde los altares. Se le aportó dinero,
exenciones fiscales, estatutos independientes y el monopolio de la enseñanza
primaria y secundaria.
El sector eclesiástico ocupó todos los niveles del poder
del Estado: en órganos
laborales, sociales, penales y legislativos a través de capellanes, sacerdotes,
frailes, curas y monjas en cárceles y hospitales, de consiliarios en el
sindicato único, y de obispos elegidos por Franco en las mismas cortes. Ese
poder nunca decreció: gracias al franquismo, la iglesia católica española es
hoy uno de los principales terratenientes del Estado, la segunda mayor
propietaria inmobiliaria que existe en España, tan sólo por detrás del
Ministerio de Defensa y por delante de la RENFE. La iglesia católica logró
enriquecerse en años de hambruna intensa.
Como podemos observar la
Iglesia siempre permaneció del lado del poder y no del pueblo. Como muestra de
ello encontramos la terna de obispos que Franco elegía para que uno de ellos
fuera elegido finalmente por el vaticano, con esta medida Franco conseguía
adentrase en las decisiones eclesiásticas. En 1953 se firmó un Concordato entre España y la Santa Sede
que supuso para el Régimen franquista el ansiado "reconocimiento
internacional". Y para la Iglesia las concesiones fueron de tal tamaño y
profundidad política que lo consideraban como el mejor acuerdo que se había
firmado en toda la historia.
En este Concordato se ven claramente reflejados los
privilegios que regala el Vaticano a Iglesia Católica española, ya que fue el
primer estado que reconoció el Franquismo. Pero desde la celebración del Concilio Vaticano II
(1962-1965), las relaciones entre Franco y el papado se volvieron más frías. Desde 1956 comenzó el declive de la política de los católicos,
estallaron violentos choques entre estudiantes liberales y falangistas, poco a
poco comenzó a surgir una nueva oposición al régimen.
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Papa Juan XXIII |
A partir de 1959 comenzó un gran desarrollo
económico, se llevaron a cabo los planes de estabilización, se transformaron
las condiciones de vida con la llegada de turistas que traían novedades de la
vida occidental y de la cultura juvenil surgió una contracultura y la ruptura
de lo tradicional. Ante este panorama se llevó a cabo el Concilio Vaticano II
con el Papa Juan XXIII.
El nuevo concordato surgió de la reunión de más de 3000
obispos, los objetivos principales que se querían lograr con la nueva norma
eran promover el desarrollo de la fe católica, lograr una reconversión moral de
la vida cristiana de los fieles, adoptar la disciplina eclesiástica a las
necesidades y métodos de los nuevos tiempo y lograr una mejor interrelación con
las demás religiones.
El Concilio constó de cuatro sesiones: la primera de
ellas fue presidida por el Papa Juan XXIII en el otoño de 1962. Él no pudo
concluir este Concilio ya que falleció un año después, (el 3 de junio de 1963).
Las otras tres etapas fueron convocadas y presididas por su sucesor, el Papa
Pablo VI, hasta su clausura en 1965.
Se pretendió que fuera una puesta al
día de la Iglesia, renovando los elementos que más necesidad tuvieran de ello,
revisando el fondo y la forma de todas sus actividades. Se quería proporcionar
una apertura dialogante con el mundo moderno, actualizando la vida de la
Iglesia sin definir ningún dogma, incluso con nuevo lenguaje conciliatorio
frente a problemas actuales y antiguos.
Tras la celebración del Concilio
surgió una creciente oposición de la Iglesia que estaba del lado del régimen,
que se agravó con el nombramiento del Cardenal Tarancón, quién exige la
separación entre la Iglesia y el Estado. El Concilio también supuso un
crecimiento de las protestas y movimientos contra el régimen franquista.
Un ejemplo es el del Padre José María de Llanos, quién
inició una labor apostólica en los barrios obreros marginales del sur de
Madrid, con la idea de debilitar la posible alianza entre las revueltas
estudiantiles y el movimiento obrero. Inició una profunda labor social
encaminada a reivindicar la mejora de la calidad de vida de los más
desfavorecidos. En aquellos años logró acercar la Iglesia a los trabajadores. Se negó a recibir a Franco y se declaró en contra de la Guerra de Vietnam. Repartió alimentos entre los más
necesitados, creó una comuna de trabajadores, y, en suma, desarrolló una
intensísima labor social que le trajo muchos enemigos.
Tras la muerte del
general Franco y el fin de su larga dictadura, la labor del Padre Llanos cobró
más importancia si cabe, ya que el nuevo régimen político de España le permitía una
absoluta libertad de movimientos. A principios de la década de 1980 surgió la
Coordinadora de Barrios, con el objetivo de conducir la labor de la multitud de asociaciones de vecinos que habían ido surgiendo; igualmente
surgieron del seno de las paarroquias decenas de colectivos vecinales en los que los "curas obreros" habían estado
trabajando siguiendo la estela y el empuje del Padre Llanos.
Antonio Añoveros Ataún fue un clérigo católico español, obispo de Cádiz, Ceuta y de Bilbao. Fue acusado de
lanzar ataques subversivos contra la unidad nacional. El nuevo presidente, Carlos Arias Navarro, presionado por la extrema
derecha, redujo a Añoveros a arresto domiciliario. No se aceptó ninguna
reconciliación y se intentó expulsar a Añoveros de España. El obispo se negó a
abandonar el país, alegando que sólo lo haría bajo órdenes directas del papa Pablo VI. Una expulsión forzada hubiera sido considerada una
violación del Concordato de 1953,
y se llegó a amenazar con la excomunión a Franco por parte
del Vaticano. El asunto atrajo mucha expectación y se convirtió en cuestión
extremadamente delicada para el Gobierno español. Arias se vio forzado,
finalmente, a retirar la orden.
Joaquín Ruiz Jiménez fue ministro de educación en 1954,
tras el Concordato de 1953. Él representa otro ejemplo de personalidades
que se opusieron al régimen de Franco. Inició un proceso de reformas de las
instituciones docentes, para ello se rodeó de colaboradores liberales. Tuvo que
dimitir en 1956 ante las dificultades de su empresa y su enfrentamiento
con los elementos más inmovilistas de la dictadura del ejército.
Durante sus
años como ministro fue acercando sus planteamientos políticos a los de la
oposición al régimen. Unos disturbios estudiantiles le enfrentaron al ministro
de la Gobernación y pusieron al régimen en un aprieto. En 1963, fundó la revista Cuadernos para el Diálogo, foco de protesta de
los democristianos avanzados, de los que fue cabeza en los últimos años de la
dictadura. En 1975, año de la muerte
del general Franco, participó en la creación de la Plataforma de Convergencia Democrática desde su adscripción
a la izquierda de la democracia cristiana.
En la Dictadura de Franco la Iglesia
siempre estuvo ligada al poder, por suerte hubo algunas personalidades de la
Iglesia que renegaban los privilegios que el poder les ofrecía y trataban de
llevar a cabo la labor que debe seguir la Iglesia, la de ayudar a los más
necesitados.
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